lunes, 14 de marzo de 2005

Una educación anestesiada

EDUCACIÓN, PALABRA universal, permanente y compleja; sólo puede ser entendida en nuestro país si le agregamos un sustantivo: anestesiada, y que según los principales diccionarios se refiere al estado del organismo, o una parte de él, que no tiene sensibilidad; es decir, que se encuentra en una especie de hibernación o simplemente dormida.
Preguntarán ustedes, ¿insensible a qué? Pues, a lo que se enseña en Panamá que ignora la evolución del mundo en materia del desarrollo del conocimiento humano, entregándonos hoy día una educación inútil, sin ideas o casi muerta.
En tal sentido, al inicio del año escolar constato con angustia que la única preocupación de los periodistas con sus denuncias es que a los maestros no los nombran a tiempo, preocupaciones que comparten con los directores de la educación nacional, a quienes pareciera ser que la banca, las paredes sin pintar, las mochilas y los calzados escolares es lo único que importa de la educación nacional.
En el fondo, esa situación encubre el negocio de la educación y su falta de contenido, donde sólo los empresarios salen beneficiados en esta época del año. Al final ya vendrá la calidad, si es que importa, pues supondrán que eso viene fácil luego de arreglar una letrina o pintar una fachada.
Durante estos días, sentarme frente al televisor se ha convertido en una auténtica pesadilla, ya que me abruman por igual los comerciales y las noticias sobre la educación. Me cuesta distinguirlos. No sé si estoy mirando un comercial de calzado y útiles escolares de un gran supermercado, anunciando "útiles escolares", o me están informando sobre algo educativo en los noticieros. Al final, la única utilidad que percibo de estos equipamientos escolares que promueven a través de la publicidad y los informativos, es que sólo servirán para doblarle la espalda a los chiquillos y torcer el bolsillo a los padres de familia.
Y por si esto no fuera poco, además de las casi bíblicas carencias materiales de los colegios públicos, los directivos ministeriales se apresuran a anunciarnos que nombrarán más maestros y profesores. En ese momento me pregunto, ¿para ofrecernos más de lo mismo? Y pienso: ¡Auxilio, no más! Pero nadie escucha estos solitarios lamentos.
Entonces, paso por la Universidad de Panamá y me entero que, este año, el 95% de los estudiantes provenientes de la educación media fracasó la prueba de ingreso que se exige. (Entiendan los lectores que no fue la prueba de aptitud para ingresar al MIT de Massachussets, a la Sorbone en París o a la Universidad de Chile).
Es imposible no recordar con nostalgia los tiempos en que estudiaba en Chile sin bancas en las aulas, con paredes despintadas y sin calefacción, pero con excelentes profesores (de escasos de recursos pero ricos en ideas), y que nos hacían leer los únicos libros a los que podíamos tener acceso en los míticos 70, y eran los libros de consulta de la gran Biblioteca Pública de Santiago, que se convertía a diario en un auténtico laboratorio de ideas, donde hallábamos a estudiantes y profesores coqueteando con la semántica, citando libros, jugando con la palabra y subyugados por el saber más auténtico (aquel que no ocupa espacio ni te come el presupuesto) revoloteando en la tierra incógnita del cerebro humano.
Eran realidades palpables que se producían no sólo en esta espléndida librería, sino en una sencilla cafetería universitaria donde no había otra cosa para beber que un viejo tinto pasado por agua o cola.
Pero, ¿qué ha pasado en Panamá? Las respuestas oficiales pasan siempre por el pretexto del presupuesto, mientras nos condenan a escuchar las pobres argumentaciones de los políticos, empresarios y dirigentes gremiales que muestran enormes dificultades para expresarse y encontrar la palabra adecuada para destacar una idea, como aquel Ministro que nos dijo esta semana, refiriéndose a la crisis judicial, "...hay que pensar en la separación de los poderes". Hasta aquí llegó su explicación sobre la gran crisis, y luego calló, pues no tenía nada más que decir. Deben pensar que la opinión pública que los escucha es retardada.
Y otros hablan como si estuvieran "chateando", perdonen el término; pero si leen las páginas que intercambian miles de jóvenes a través de sus computadoras y celulares, me comprenderán.
Una conducta nacional así sólo puede ser explicada si pensamos que su pueblo se encuentra anestesiado por una educación casi muerta; es decir, insensible a tantos errores y horrores.