domingo, 23 de diciembre de 2007

Educación pública: silencio mortuorio

Ya no puedo decir que el panorama se pinta negro.  Es evidente, en las circunstancias actuales, que el asunto es ya un problema crónico.  Los expertos en la materia apuntan a lo mismo:  la situación catastrófica de la educación pública en el país requiere un tratamiento “urgente”.  Sin embargo, han sacado al paciente del cuarto de urgencia y lo han enviado a la morgue.  Es más, estamos matando literalmente lo poco de bueno que queda en la enseñanza pública, al eliminar el Ministerio de Educación materias de orden humanista, bajo el pretexto que si aprendemos algo de música, filosofía, historia o arte, el mercado no lo necesita.  Señalamientos sujetos a los fanatismos neoliberales que imperan.  

 

El atinado ensayo de Carlos Fong, publicado en la revista Día D, es un análisis completo sobre esta realidad del país y las consecuencias nefastas que estas medidas están teniendo en el entorno educativo al pretender, desde los centros de poder (donde habría que realizar una investigación más rigurosa para averiguar si no se trata de simples coincidencias), si lo que realmente busca el Ejecutivo es que estas materias queden “opcionalmente” sumergidas en el materialismo que nos quieren imponer.

 

Es curioso que esto ocurra, justo cuando queda en evidencia lo que reporta en pérdida esta situación.  Lo demuestran los robos denunciados del Fondo de Equidad y Calidad de Educación (FECE), y se descubre la cadena de implicados alrededor de la “pandilla Gallardo”.  Pero el problema no es la dirigencia mafiosa que asaltó el FECE, sino los retos a los que nos estamos enfrentando mucho menos visibles.  Estamos entrando al final de la primera década del presente siglo con la misma preocupación con la que terminamos el siglo XX:  la desigualdad en la enseñanza es peor hoy que hace 7 años.  

 

Más aún, la “dirigencia vitalicia” del gremio docente sólo hace alardes de alguna preocupación ante las autoridades cuando se trata de exigir aumentos.  Lo demás (calidad educativa, competencia y equidad social) son asuntos que, suponen ellos,  pueden seguir esperando en las mesas de diálogo, que nunca faltan.  Así andamos.

 

Aunque es cierto lo que muchos aducen:  es el ciclo de la pobreza intelectual de muchas décadas de abandono e ineficiencia gubernamental.   Pero, por eso estamos mucho más hartos hoy que ayer ante la falta de voluntad política para superar la conjunción de los males del sistema. 

 

La Universidad de Panamá trata de hacer lo suyo cada cierto período de matrícula.  Pero no puede ocultar la cara de espanto al enfrentarse a las pruebas de ingreso de los miles que se gradúan de secundaria al finalizar el año en el país.  Luego vendrán las típicas respuestas:  recurrir a la necesidad de nuevas pruebas, pues las fallas estructurales de la educación media en Panamá son enormes.  Así las cosas, lo que haga la Universidad son sólo complementarias y paliativas. Ahí no está el mal.  Pero la estrecha relación entre los docentes que allí se gradúan y que luego se insertan al “gremio” sí son de su exclusiva incumbencia.  El desdén por las fallas es generalizado.  Todos aparentan preocupación, pero están dispuesto también a no hacer nada para dejar morir a la educación pública.  Además ¿quién quiere arriesgarse para deslindarse de las alianzas electorales y arriesgar el puesto?  El silencio mortuorio que se respira en la enseñanza pública es lo que choca al final de cada año escolar.       

miércoles, 5 de septiembre de 2007

El oscuro entramado de Bush en Pakistán

 

Estamos viviendo tiempos confusos.  En todos lados se escuchan ruidos de sables, y  mientras estamos leyendo una noticia, al mismo tiempo en el mundo nos cambian los gobiernos, caen muros, otros se levantan, las fronteras se transforman y los “malos” ya no son tan malos (Gadafi por ejemplo) y los “buenos” no son tan buenos. La  humanidad sufre de vértigo político.  De ello se encarga la Casa Blanca, que es donde se escriben estos guiones mucho más sangrientos que Pulp Fiction.  

 

Nadie tiene claro a quién se refiere George Bush cuando habla de aliados o enemigos. Algo así está ocurriendo con Gran Bretaña, pues el nuevo primer ministro Gordon Brown está cambiando el rumbo de las relaciones con EU y las tropas británicas salen de Irak poco a poco.  Lo preocupante es que cuando el presidente Bush habla, el Pentágono ya está armando otras “cruzadas”; ¿dónde?, ¿aquí?, ¿allá?, no hay forma de saberlo. Lo que sí sabemos es que cuando Bush dice algunas cosas, repite lo que le dicen los “césares del Pentágono”, como algunos franceses llaman a estos gendarmes del planeta. 

 

Hay mucho debate en Europa y Estados Unidos pues la estrategia de Bush en Irak es un absoluto fracaso y en Afganistán los talibanes resurgen con fuerza.  Y en Medio Oriente “todo está mal” según el experto en dicha región, Robert Fisk.  De allí que cuando hace unas semanas el presidente norteamericano criticara el reciente acercamiento entre Irán e Irak (el presidente irakí Nuri Maliki visitó Teherán), la rancia diplomacia estadounidense se mostraba disgustada. Aquel mismo día Bush instó también al presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, a realizar “elecciones libres”. Pero Pervez anda en la cuerda floja hace muchos años y nos preguntamos: ¿qué pasaría si Bush lo hace caer?, pues seguiría metiendo la pata en esa zona ya que el presidente pakistaní (¿aliado? ¿enemigo?) está sentado en un volcán a punto de erupción. 

 

Recordemos que Bush es un experto en “broncas” militares al más puro, duro y viejo estilo tejano: invadió a Irak bajo la mentira de ser una amenaza nuclear, y, aunque sigue aumentando sus tropas allí la insurgencia crece. En medio de este caos se enfrenta ahora a su frágil “aliado” en Pakistán, que si tiene muchas -¡muchísimas!- armas nucleares.  En caso de caer Musharraf (a quienes influyentes sectores pakistaníes lo acusan de ser demasiado “pro-estadounidense”),  el ejército de Pakistán podría  quedar bajo el control de los radicales islamistas, y esto podría convertirse en una amenaza geopolítica para la seguridad de Estados Unidos y Europa.

 

Con este escenario tan volátil sorprende que durante la rueda de prensa del pasado 9 de agosto, Bush presionara tan enérgicamente (todo lo que puede, que ya es bien poco) al presidente Musharraf, uno de sus escasos “aliados” en esa región.

 

Recordemos que desde la década de los 80, Estados Unidos tiene a Pakistán como un “aliado” importante cuando respaldaba a los jihadistas en Afganistán (entonces estaba en guerra contra Rusia), y se apoyaron en la desprestigiada Unidad de Inteligencia de las fuerzas armadas pakistaní (ISI) para llevar a cabo sus trabajos de contrainteligencia contra los rusos.  Pero Rusia ya no es el enemigo (malo) para EU.  Lo oscuro de este entramado es que Islamabad ha impulsado siempre un doble juego en su política interna y externa. 

 

Pakistán es un estado altamente complejo e inmensamente poblado, donde el 97 por ciento es musulmán, del cual el 20 % chiíta, y tiene zonas (norte) en permanente guerras civiles. Por eso el islamismo extremo gana terreno en el corazón mismo de Pakistán y de sus múltiples vecinos donde la temible ISI posee indiscutible influencia.  Pakistán ha sido (y es) una nación gobernada por los militares paquistaníes, casi el único sustento de Musharraf, quién, tras diversos golpes de estado contra los regímenes civiles y laicos, se mantiene tambaleante en el poder.

 

Según el especialista Yoseef Bodansky (autor de 8 libros y analista militar de la Fuerza de Tarea del Congreso estadounidense para el Combate al Terrorismo) “Pakistán nunca ha estado muy comprometida para combatir a los Talibanes en Afganistán y mucho menos a los islamistas, pero por lo menos los controla en Pakistán” dice Bodansky.

 

Eso ya es bastante. Y debería serlo también para Bush, por lo que no se comprenden las razones por qué Estados Unidos presiona ahora a Musharraf.  Los analistas suponen que algo “sabe”, aunque no haya trascendido aún más informes.  Por el momento Pervez no puede dar un traspié, pues Pakistán no ha cambiado: juega con los malos y los buenos. Pero lo que sigue preocupando internacionalmente es que muy pocos entienden quienes son los “malos” o los “buenos” para Bush en ese zona pues cuando la Casa Blanca se equivoca, siempre suenan las alarmas.  

 

      

jueves, 9 de agosto de 2007

Un país contaminado

Un país contaminado

 

Es una pena que nadie pueda comprender la muerte sin morirse.  Lo cual resulta muy conveniente para los que realizan con tanta lentitud las investigaciones para dar con los  responsables de tantos muertos, que según el Ministerio Público suman a 102 los fallecidos por medicinas envenenadas en Panamá. Pero lo que irrita aún más, es que a casi un año de los hechos sigue sin esclarecerse el número de muertos por consumir medicinas adulteradas con alcohol industrial procedente de China. 

     El gobierno panameño se ha tomado su tiempo pues al parecer casi todos los afectados eran gente humilde, ancianos la mayoría de ellos.  Así las cosas, es muy poco lo que pueden hacer sus familiares para rebelarse contra la desidia institucional. Y cuando lo hacen en los predios del Palacio de las Garzas los reciben rápidamente con golpes que los dejan mucho peor que el jarabe de la CSS.   

     Ante estos hechos, se podría recomendar una buena “dosis” de dolor en el cuerpo para los insensibles sino fuera por el riesgo que entraña.  Pero es sólo cuestión de tiempo para que la Muerte nos reclame a cada uno de nosotros.  Por el momento lo único que podemos hacer es debatir  el cuándo y el cómo puede ser más digno o justo.  De allí que es de sumo interés  preguntarse si debió haber pasado tanto tiempo para dejar morir a tantos panameños y para que se pusiera en evidencia que los controles de la CSS no funcionan. 

     La respuesta la tienen los funcionarios de esta entidad hospitalaria:  “No se tenía prueba química para detectar el dietilenglycol. No se le hacía la prueba a ninguna de las materias primas, nunca se les hizo por 45 años...”, dijo a la BBC, Néstor Sosa, jefe de enfermedades infecciosas del Hospital del Seguro Social de Panamá. 

     Casi todos las naciones carecen de infraestructura y presupuesto necesario para determinar si las materias primas empleadas para fabricar medicamentos se emplean productos adecuados.  Pero lo que no tienen los demás países es la cara tan dura de las autoridades panameñas.

     En esta etapa del problema la actitud asumida por la CSS es lo que sigue irritando a la opinión pública. Y, aunque algunos han sido detenidos y luego dejados en libertad, el asunto no ha dejado de ser más mediático que moral. 

     No así en China, donde se enjuició y ejecutó rápidamente al alto cargo Zheng Xiaoy por aceptar sobornos y aprobar un sistema de certificación que generó alarmas sanitarias internacionales ya que podrían afectar las exportaciones chinas de tales productos. 

     Un asunto importante ya que, en 2001, el superávit comercial chino con relación a Estados Unidos era de unos 150 mil millones de dólares. China es la sexta potencia mundial y los intercambios comerciales son fundamentales para este país. De allí que las noticias que están saliendo sobre productos contaminados desde China preocupan a las autoridades en dicho país. 

     El caso más reciente es el de los juguetes de la productora Mattel Inc, fabricados en China, donde se denunció que 12 conocidos juguetes contenían suficiente plomo que afectaba la salud de los niños. Hechos que podrían poner en entredicho el famoso “made in China”.

     Por su parte las autoridades panameñas contabilizan a paso de tortuga si han sido 102 o más, las muertes por medicinas envenenadas. El problema es tan grave que la opinión pública se cuestiona si es posible transformar los iniciales sentimientos de ira que provocaron estos hechos al principio y si  el tiempo puede servir para convertir esta tragedia en una experiencia aleccionadora, positiva y fortalecedora del espíritu nacional.  No ha sido así.

     El “jarabe letal” tan solo obligó al gobierno panameño a que emprendieran una “ayuda humanitaria” a los afectados, y, para variar, también nombraron una comisión integrada por prestigiosos médicos, quienes, a falta de imaginación y otras cosas, no se les ocurrió nada más que proponer una “Hoja de ruta” para atender la discutida unificación del sistema de salud. Pero luego del bizantino debate a nivel interno al parecer la propuesta correrá la misma suerte de la “hoja de ruta” entre Israel y Palestina.

     Por lo pronto, la Fiscalía Especial nombrada para investigar los envenenamientos registra hasta el momento unas 540 denuncias de fallecimientos o afectados por los medicamentos que la Caja del Seguro Social suministró a los panameños creyendo que era una medicina fabricada con glicerina y no con dietilenglycol, un alcohol industrial usado para enfriar los radiadores de autos. 

     El escándalo es internacional, alambicado y no ha terminado.  La CSS solicitó glicerina a la empresa panameña Medicom y ésta a su vez hizo el pedido a la firma española Rasfer, la cual contactó en China a CNSC Fortune Way Company que al final compró el producto a Tiaixing Glicerine Factory.  Es una larga y sospechosa cadena de compras y contrataciones donde todo el negocio (no es otra cosa) está contaminado. 

     Los hechos en Panamá apestan y enferman, ya que se ha puesto en el tapete que la salud pública es en lo último en que piensan las autoridades pues se perpetúa la indiferencia institucional ante el dolor pues se ha permitido lucrar con la salud y la vida de gente humilde e inocente. 

 

lunes, 9 de julio de 2007

El nuevo trabajo de Blair: reflexiones sobre la contradictoria paz

 

 

Las noticias internacionales de AFP, REUTERS, DPA, THE INDEPENDENT, han destacado que Tony Blair, desde el mismo día que dejó el cargo de primer ministro en 10 Downing Street, tiene un nuevo trabajo.  Lo que llamó mi atención es que fue nombrado oficialmente en representación del Cuarteto, término con que se conoce el grupo conformado por la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia y las Naciones Unidas. 

 

El Cuarteto fue creado en el 2002 para buscar una salida al eterno conflicto entre israelíes y palestinos. Pero como el asunto no me sonaba a música, he reflexionado sobre cómo fue que el resto de los países del mundo terminamos “nombrando” a Tony Blair como el nuevo designado para hallar la paz en el Medio Oriente. ¿Acaso no había otro mejor para el cargo en todo el planeta?  ¿Cuándo es que fuimos consultados?

 

Pero claro, las Naciones Unidas supuestamente nos representa a todos. Pero si el asunto fuera  tan inocente, incluso debería compartir el entusiasmo de la portavoz de la ONU, Michelle Montas, cuando anunció:  “Como representante (del cuarteto) Tony Blair le dará continuidad e intensidad..., dentro del marco de los esfuerzos del Cuarteto para lograr el fin del conflicto conforme a la Hoja de Ruta”.  Pero los años nos han permitido saber cómo debemos –a estas alturas- leer lo que nos digan Rusia y Estados Unidos sobre el Medio Oriente. La Unión Europea es más rebuscada, pero tras escarbar un poco más, también sabemos que siempre se deja seducir con lo mismo. No obstante, la ONU es el más importante organismo internacional que nos queda para dirimir conflictos y continúa teniendo adeptos, pues hay miles de millones de personas que tienen que seguir creyendo en alguna forma de paz y orden mundial.    

 

Pero dejemos la incredulidad a un lado. Los cables noticiosos destacaron por estos días que Blair va a proponer grandes novedades, resumo:  dos estados,  un acuerdo y un consenso.  Tan sencilla parece la tarea que hasta el más insulso y desinformado habitante del planeta lo puede comprender.  Pero sigo sin entender cómo fue que Panamá, es decir, tú y yo y el resto de los latinoamericanos, africanos y asiáticos terminamos nombrando precisamente a Blair para una tarea así.    

 

Hace tiempo, desde luego antes del fatídico 11 de septiembre cuando el terrorismo se incrustó en nuestras mentes, entre la mayoría de los occidentales circulaba la certidumbre que durante el siglo pasado se habían producido cambios tecnológicos que constituían colosales pasos hacia la configuración de una civilización mundial avanzada que prometía mucha prosperidad, y tras el derrumbe de la mayoría de los totalitarismos a finales del siglo XX, mucha crítica aburrida, indigesta y a menudo perezosa corrió a aplaudir el final de las dictaduras y le atribuyó a los norteamericanos y a los europeos haber creado las condiciones para una paz mundial duradera.  Lo que olvidaron decirnos es que esto nos los prometieron al calor de nuevas utopías.  

 

Pero la confianza en la peligrosa paz “blairiana” es la moderna maniobra que nos cuela la ONU   que nos hará creer otras mentiras envueltas en crudas verdades. Ya que lo que realmente tendrá que hacer Blair será sencillamente seguir disfrazando lo que ha dicho Israel (que entre líos de faldas siempre tiene tiempo para una guerra con los palestinos) quien precisó que considerará al nuevo interlocutor para la paz para el nuevo Gobierno palestino “sólo si se excluye a Hamás”. 

 

La dificultad radica en que este grupo islámico había conquistado todos los cargos políticos en el Parlamento Palestino mediante elecciones democráticas como lo venían exigiendo las fuerzas occidentales y la propia ONU.  Pero Israel ha exigido que se tendrá que sacar del poder a Hamás. Occidente se niega a reconocer que los palestinos se radicalizan.  Y el ex primer ministro británico deberá lograr lo que no pudo su antecesor, el ex presidente del Banco Mundial James Wolfesohn, quien ocupó el cargo hasta abril del 2006 y lo abandonó tras la victoria electoral del movimiento radical islámico Hamás en los territorios palestinos.  Pero, no es eso lo que al calor de las nuevas utopías nos viene diciendo la ONU, que debemos respetar lo que los pueblos decidan en las urnas.  ¿No es así como funciona la democracia?  Pues si no, tendrán que explicármelo otra vez. 

 

Los palestinos están muy divididos tras años de guerra, radicalizados por el feroz embargo de EE. UU, cansados de las mentiras diplomáticas y, sobre todo, por las peligrosa paz que impone un organismo internacional que atemoriza al resto del planeta cuando “orwelianamente” miente.  La realidad que deberá enfrentar Blair es muy peligrosa y desconcertante pues Al Fatah, el grupo palestino que no gobierna, sino mediante decretos y a la sombra del Cuarteto, procura ahora  atrincherarse en Cisjordania y  los radicales de Hamás se fortalecen en la Franja de Gaza.  Por su parte la ONU ha prometido “ayuda humanitaria”,  pero han sonado las alarmas mundiales.  

 

 

lunes, 25 de junio de 2007

Consentimiento cómplice de los votantes

Es innegable la eficacia de una campaña electoral.  Ya sea que se trate de Sarkosy en Francia, la de Hillary Clinton en Nueva York o la de Chávez en Venezuela, lo menos que nos podemos preguntar es al menos no su secreto, sino cuál es la clave del éxito. En general, de la publicidad comercial toman casi todos el modelo.  Símbolos fáciles de identificar, eslóganes que se puedan memorizar con facilidad, colores vivaces y figuras gráciles y en movimiento. El contenido elemental de los eslóganes políticos es igual al de los productos de consumo masivo, y comparten con ellos que no importa que digan la verdad.  Tan sólo hay que creerlo y recordarlo a la hora de comprar o votar. 

 

En ese sentido resulta casi inútil insistir que una campaña política, o la publicidad comercial, debería estar dotada de mayores contenidos y consideraciones  éticas pues, a estas alturas, las amas de casa saben que casi todos los detergentes lavan igual y los asegurados panameños (espero) ya no creen que alguien les vaya a ofrecer pensiones más justas o dignas.  No obstante, a pesar que tanto el consumidor como el votante son más o menos conciente ante la engañosa publicidad, entonces por qué siguen comprando o votando, especialmente productos o políticos que les hacen tanto daño. 

 

Por muy complejas que sean las explicaciones que los especialistas han dado, intentemos entender aquí cómo funciona el asunto del control de las masas en Panamá (incluidas las elites locales), para analizar con cierta coherencia el modelo publicitario aplicado a la política.  En primer lugar hay que reconocer que el asunto funciona.  Como viene funcionando desde la época hitleriana, comunista y consumista que adormeció las conciencias, encauzó las preferencias y domesticó los gustos. El sistema que germinó con las pruebas de I.P. Pavlov, creó más tarde un modelo que ha sido eficaz y extensamente aplicado. 

 

El tema cobra importancia ya que la sociedad panameña se muestra más materialista y oportunista que nunca.  El modelo en práctica tiene su inspiración inmediata en el estadounidense y es casi su único referente.  Por lo tanto es comprensible que desde un simple McDonald hasta la guerra en Irak, los políticos de nuestro país estén hoy a merced de estrategias afines.

 

Recordemos que en las pasadas elecciones, la táctica publicitaria del partido Cambio Democrático no dudó en ponerle a su candidato presidencial, Ricardo Martinelli, zapatos que no le calzaban 

 

La cuestión es crear siervos.  Lo que explica el comportamiento cómplice de los votantes con sus verdugos.   Pero estos verdugos ya no están ensangrentados como ocurría en la Edad Media, ahora utilizan la oratoria y son grandes ilusionistas.  El “garrote vil” es la publicidad y la aparición en los medios resulta imprescindible. 

 

Se observa una creciente costumbre de mezclar conceptos, eslóganes políticos (sean de izquierda, fascistas, comunistas o religiosos), y algunos hasta están apropiándose de un lenguaje universal que a todos nos pertenece.  Por ejemplo, el PRD, intenta por todos los medios monopolizar los valores democráticos, la paz ciudadana y emplea términos como “rendición de cuentas” para hacernos creer que fomenta la “cero corrupción” como anunciaba su eslogan de campaña en el 2004. 

 

El partido oficial dice cada vez con mayor acento que son los mejores representantes del pueblo panameño y ahora nos remontan al “medio millón” (de qué) para reforzar el argumento de que el número de adherentes los hace ser más democrático. El partido comunista de la época de Stalin se adulteró bajo este supuesto totalitario.  Tal como ocurrió con el nacional-socialismo durante la Alemania nazi. Lo desconcertante son las encuestas que le dan la razón al colocar a muchos de sus representantes entre las más altas preferencias de los encuestados. A pesar que el 73 % de los entrevistados afirma que no cree en los partidos políticos.  Hoy la propaganda del régimen oficialista está siendo impuesta a los votantes por el PRD, y en franca contradicción con lo que realmente promueve en la sociedad.  

     

En el  2007, con un crecimiento económico de 8 %, con las inversiones extranjeras y las reformas fodomonetaristas cumplidas, lo que ciertamente no dicen es que la Caja del Seguro Social está peor, que el transporte también y que la educación es la vergüenza nacional.  Callan deliberadamente que se ha encarecido la vida en el país de Torrijos (hijo), y que, de continuar vendiendo hasta el último pedazo de tierra como lo están haciendo, no tendremos a dónde ir.  Lo curioso es que los panameños siguen creyendo en el “santo garrote” del PRD. 

 

Pocos parecen estar conciente que mientras crece considerablemente un nuevo populismo en Panamá estimulado desde los centros el poder, paradójicamente  también se ha producido el fortalecimiento de la ultra derecha y la neo-liberación rampante desde el PRD. Lo que asombra es que la recomposición de la derecha sin equidad y justicia la realiza hoy este partido político  bajo el manto del populismo gracias a los poderes en juego, que como todos saben, son el económico, el financiero y el “poder mediático”. 

 

Han puesto en marcha un plan concebido para lograr la complacencia de las masas y están sacando de sus despachos a sus figuras presidenciales, les ponen el manto populista, es decir, los ponen a beber a pico de botella o a cortar caña. Asumen que la estrategia les seguirá funcionando.  Esto lo sabe bien Chávez, y ahora Torrijos. 

 

 

 

 

 

miércoles, 30 de mayo de 2007

La soledad de la lectura

La lectura es un mundo inmóvil y solitario.  Sólo se comparte cuando ha concluido.  Sucede entre el ayer y el mañana, con personajes reales o ficticios que viven en territorios literarios que producen profundas sensaciones en el infinito tiempo y el imaginario espacio.  Se practica con la mente y se guarda en el alma.  “¡Pero es tanta la información no leída que todo lo que hemos hecho [leído] hasta ahora es:  Nada!”, me dijo un incansable lector con gran acierto.  

 

Por eso se sigue insistiendo que leer es lo más importante para la formación cultural de las personas. En ello hay acuerdo y no hay novedad.  Donde persisten las discrepancias es sobre lo que habría que leer y la oferta que nos hacen. En la actualidad el fenómeno presupone una falsa dicotomía entre las  formas de leer y el contenido de la misma, debido a que el tema adquiere dimensiones  gigantescas en la era del ciberespacio.

 

¿Están las personas leyendo mucho menos que antes?  Según datos ofrecidos por Joe Tucci, presidente de la EMC (digitalización a gran escala), la conclusión sería que no. Según Tucci el promedio de tiempo que gasta una persona en su trabajo respondiendo correos electrónicos es de 15 horas semanales (hay mil seiscientos millones de correos electrónicos en el mundo), invierte a su vez 14 horas más creando documentos, unas 10 horas buscando en la red y 10 horas leyendo esa información.  La capacidad de almacenamiento de la información a escala produce vértigo. 

 

¿Es difícil? Si, y requiere atención. Antes, los periodistas, solíamos leer dos o tres periódicos al día, veíamos algunos noticieros locales de televisión y  con eso bastaba. En cambio, hoy tengo entre mis “favoritos” nada menos que 14 periódicos que “visitar” al día, casi todos extranjeros. Entre una y otra cosa, la rutina diaria incluye además las noticias de las agencias (Reuters y BBC que no pueden faltar), los buscadores y, aún así, me siento desinformada. Al final, los textos que escribo compiten irracionalmente con los titulares pues “nadie lee” artículos largos. 

 

En la literatura ocurre otro tanto. La oferta es inmensa y hay mucho para escoger, pero no en esta tierra de marinos y comerciantes. En la actualidad, tanto los escritores y lectores panameños necesitan la alianza con los “intermediarios” para que los orienten. Los primeros no pueden surgir sin la “pretoriana guardia editorial” que afirman que saben que lo que el público quiere.  La fórmula que proponen es corto, ligero y entretenido. Los lectores le dan la razón.

 

Es el estandarte de los nuevos tiempos en el mercado editorial. Atrás quedó el debate entre   promover la lectura “pesada” o “ligera”.  Observen que no digo entre buena o mala literatura (esas son aguas profundas), lo que planteo es que estamos claramente ante un mundo que  sistemáticamente consume lo corto, rápido y útil, inclusive en los sagrados templos de la literatura. Pero como pocos poseen el virtuosísimo de la brevedad (que no corto) de  Monterroso, el tema es de gran actualidad.

 

Se hizo patente hace unos días al  terminar de leer La vida instrucciones de uso (Editorial Anagrama, 1988), la grandiosa novela de Georges Perec, considerada en el momento de su aparición una obra maestra.  Pese al tiempo consumido me encuentro fascinada por la manera en que el lenguaje de este escritor va describiendo los planos superpuestos de la vida de los inquilinos decadentes de un viejo edificio parisino que le permite al lector observarlos como si le hubiesen quitado la fachada, lo cual nos permite detenernos en los diversos aspectos paralelos de cada situación. Es una obra monumental y extravagante, que habla de la “comedia humana” como la definió Italo Calvino.   Pero se trata de una novela imposible de leer en un avión, mucho menos de un tirón.  Ahora, ¿cuántos hay dispuestos a meterse en semejante aventura literaria?  Algunos tendrán el tiempo, pero la gran mayoría prefiere invertirlo de otra forma.  No los culpo.

 

En los últimos años, donde más visible se hizo el fenómeno es en la televisión.  Algunos de sus iniciadores son actualmente grandes magnates del sector entretenimiento, el mundo editorial y de la política, Gustavo Cisneros, los Azcárraga y Silvio Berlusconi, por ejemplo. Descubrieron temprano el interés de las mayorías por los programas ligeros. Poco a poco fueron suprimiendo la “comunicación pesada” (ciencia, cultura, historia, documentales) por otros más “ligeros”.  Los parámetros de la televisión panameña han estado recorriendo el mismo camino, aunque con menos velocidad.

 

Lo importante es destacar que las escasísimas librerías que Panamá posee, sin haber pasado antes por la oferta tradicional, van en esta misma dirección ofreciendo esencialmente libros de auto ayuda, recetas y textos escolares. Quieren esquivar un descenso en las ventas de un pobre negocio.  Y actúan como “compuertas” para contener las preferencias de un público (que existe) menos numeroso pero más exigente, que sabe que para acercarse a un libro se requiere de poderosas razones individuales, entre ellas, interés,  persistencia y renuncia.  Esto es así, pues la lectura produce reflexiones, incrementa la crítica e invita a pensar. 

 

Los que aseguran que es sólo una actividad ferial están confundiendo perversamente las cosas. Les faltó únicamente argumentar: “¡No ven acaso que si compran un libro lo leerán!”.  Pero la lectura  es lo más alejado a una operación mercantil, es justamente todo lo opuesto al enfoque carnavalizado  que animó este año la Feria del Libro. 

domingo, 6 de mayo de 2007

La publicidad que nos siembran

Será cosa de los años, pero antes me gustaba mucho manejar en la carretera.  Ahora ya no tanto.  Quizá me traiciona el metabolismo.  El asunto es que he dejado de disfrutar los peligros de la Panamericana desde que la ensancharon y la hicieron de cuatro carriles pues, hay que admitirlo, cuando se alcanza cierto confort y seguridad también se gana aburrimiento.

 

Ante la poca necesidad hoy de grandes pericias y maniobras para eludir los precipicios, esquivar los hoyos y huir de los intrépidos camiones y buses, bueno eso sólo si no viajamos en dirección hacia Colón que por allí las costumbres son mucho más persistentes, se podría decir que realmente no estamos tan mal. Lo cierto que casi el único entretenimiento que podemos darnos  mientras viajamos por la Panamericana es insultar ocasionalmente a los conductores que insisten en “pasearse” en la carretera por el carril izquierdo. Supongo que es una señal divina de Dios para que tengamos presente en que país andamos. O para que no olvidemos que se trata de una autopista, o más bien su equivalente tercermundista de un país fértil en imágenes ilustrativas del imaginario sudamericano y sus variantes nacionales.

 

Déjeme decirles que viajar al interior de Panamá es hoy mucho menos demencial que antaño pero, en consecuencia, menos excitante. Recuerdo con morbosa añoranza la tensión que nos producía pasar un camión en la Panamericana. En el preciso momento que pisabas el acelerador e intentabas rebasarlo empezaba la esquizofrénica carrera para ver quién lograba sobrevivir, si el dinosáurico camionero o los infelices que osábamos retarlo al volante de un pequeño sedán rifándonos la vida.

 

Hoy viajar al interior es más placentero, seguro y calmo.  Por eso que he optado por dos tácticas de supervivencia para no aburrirme mientras viajo  por la Panamericana,  dormirme o contentarme con ser una simple pasajera y  apreciar “la vista”, un bien patrimonial tan disputado en la actualidad gracias al negocio inmobiliario y que inclusive ha llegado al campo amenazándolo con sepultarlo entre anuncios, cadenas de supermercados y cemento. 

 

Por eso, cuando hace unos días una amiga me invitó a El Valle, me dispuse a disfrutar el paseo escudriñando el paisaje para que no me picara el sueño. Traté inútilmente de relajarme mientras bordeábamos los pueblos, los árboles que nos quedan y la publicidad que nos siembran pegada a la carretera.  No sé si ustedes lo han notado, pero las vallas publicitarias cada vez son mas grandes, robustas y altas.  Mientras los árboles languidecen lentamente, ellas han echado raíces y crecen.  Han sido “sembradas” a cada lado de la Panamericana que, en contraste con el habitual paisaje interiorano donde la vegetación se muestra altiva, salvaje y desordenada, y donde el tiempo solía estacionarse o simplemente daba la vuelta.  Hoy la loca publicidad te promueve (en clave Internet, páginas web, celulares y toda la parafernalia virtual) la entrada a un museo de la estupidez humana.  En cambio  la imagen de los ancianos recogiendo latas a la orilla de la carretera tiene un discurso mucho menos alegre y más violento.   

 

Aclaro. No estoy en contra que nos anuncien que el último modelo de la Ford es el preferido de una estupenda rubia, o que la casa para los jubilados estadounidenses se construirá en Boquete  o Churuquita Arriba.  Tampoco me perturba enterarme que para ser feliz hay que beberse una Atlas bien fría. Incluso agradezco que me informen que faltan 150 kilómetros para llegar a El Valle, donde nos esperan amigos, la lluvia y el universal ceviche.  De eso no se trata.  Hasta allí, cada cual con su cuento.  Pero hay asuntos que no cuadran con tanta felicidad anunciada en las vallas publicitaria.  Echen un vistazo, si no.    

 

Sin embargo, pese a que la publicidad intenta ocultar la realidad, mirando detenidamente a través de ella te enteras que el paisaje sigue allí y que algunas cosas no han cambiado.  Como cuando tienes muchos kilómetros recorridos y tratas de averiguar cuánto queda para llegar.  Lo cual no es un problema para  los panameños ya que, después de todo, quién en Panamá no  sabe que una vez pases “queso Chela”, falta poco para “las curvas de Campana” y que a partir de allí se nos pintará la cosa negra justo cuando aparece un diminuto rótulo que nos anuncia una serpenteante bajada. Lo malo es que la bendita señal sólo la verás cuando ya tienes acalambrado el pie sobre el freno.   Algunas cosas nunca cambian. 

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 29 de abril de 2007

El Gobierno y el relativismo moral

Artículo de opinión

Itzel Velásquez

23/04/07

Una nueva clase de políticos está surgiendo en Panamá. Y me atrevo a calificarlos de “relativistas” pues, tal como adivino (no hay otra manera de comprobarlo), han decidido convertirse en un enigma nacional ya que resulta sumamente complejo reconocerlos, entenderlos o definirlos. La imprecisión es la norma que los rige y de ella se valen para que nada parezca lo que realmente es.

Los sociólogos los definen como pragmáticos o relativistas morales, pues ellos mismos deciden lo que está bien o mal dependiendo de las circunstancias. Promueven una sociedad relativista donde no existen códigos morales permanentes de conducta a los cuales aferrarse y cada cual vela sólo por sus propios intereses y necesidades. Son erróneamente llamados “gente bien” y se mueven con acierto en el mundo libre y democrático. Poseen costumbres respetables pese a que se ciernen sobre algunos de estos políticos enormes sospechas. Aún así, nadie -en su sano juicio- los acusa de nada.

Felizmente para ellos todo está cabeza abajo en el país. Además, le cargan a la sociedad todas las culpas de lo que hacen o dejan de hacer. ¡Y ni modo de llevar a la nación entera al banquillo de los acusados! Para ellos todo es tan “relativo”... pues siempre hay alguien que lo ha hecho o lo hace aún peor. Sin embargo, ciertas características los distinguen: están en el poder, son expertos simuladores y practican el relativismo moral.

En su ensayo “Etica y normatividad”, del mexicano Raúl Cadena Cepeda, se analiza la importancia de la ética y la moral como disciplinas normativas. El autor explica que en toda sociedad existen dos extremos, el relativismo moral y el absolutismo moral, ambos igualmente dañinos. El absolutismo moral lo imponen los regímenes autoritarios a través de las instituciones controlando férreamente desde arriba a las personas. Pero el más difícil de reconocer es el primero, pues según Cepeda los gobiernos que la practican “fingen” el cumplimiento de la ley y alteran sutilmente los códigos morales o éticos, y que con esta forma de proceder pueden conducir a las masas hacia el anarquismo, no en el sentido de la negación de la autoridad, pero si en el caos que crea.

Partiendo de estas premisas, la crisis ética que ha generado el nombramiento de Carlos Vallarino como nuevo Contralor General de la República, debido a que tan sólo unas horas antes de su designación había sido el Ministro de Economía y Finanzas del gobierno, jefe de campaña del mandatario y ex ministro de Obras Públicas. ¿Puede garantizarnos la independencia que requiere el cargo de contralor? No puede porque lo ocurrido es la expresión nacional de una “moral relativista” en donde los políticos en el poder se sirven descaradamente de las limitaciones de las normas, las leyes y los reglamentos para dejar pasar soterradamente las mil caras de la corrupción, para mutilar la independencia del órgano fiscalizador y flagelar la moral pública.

En otras palabras, la decisión del gobierno limitó la independencia de la CGR. Y lo hizo sin violar abiertamente ninguna ley pero imponiendo el relativismo moral para “ajustar” la interpretación política de la Constitución a sus intereses, tal como quedó demostrado durante la línea de argumentaciones exhibida por el PRD en el pleno de la Asamblea durante la votación que le dio el triunfo a Vallarino.

Escuchar a los diputados defender la postura oficial como si supieran incluso aquello que Sócrates decía no saber, con sus cargas de alabanzas, glorificándose a ellos mismos, me hizo recordar a Niestzche cuando, refiriéndose a las naciones europeas, decía: La moral de hoy [Europa] es la moral del rebaño. En Panamá se aplicaría a una moral atrapada en anárquicas interpretaciones de la leyes en un sistema asfixiado y viciado por los abusos democráticos. Venezuela es un claro ejemplo de qué tanto pueden los políticos en el poder “estirar” en democracia la cuerda de las leyes sin romperlas.

Conciente de esta realidad el gobierno de Torrijos viene estrenando una expresión pura y dura al mejor estilo de la Machtpolitik (política de poder), y que aleja al mandatario de aquella “cara bonachona”, pálida y benévola que tenía durante la campaña pasada y que tanto éxito le reportó. La cara oculta del poder está ahora congelando las reacciones ciudadanas frente a los desastres de estos últimos meses en materia de salud, transporte y justicia. La estrategia consiste en aparentar interés en resolver estos temas con proyectos legales que son una amalgama de acertijos y enredos normativos.

El nombramiento de Vallarino en la CGR se suma a estos problemas, pues a pesar de que su ratificación fue relativizada por la bancada oficialista en la Asamblea, el debate no abarcó lo absolutamente esencial para garantizarnos lo principal: la independencia del Ejecutivo para un control eficaz y no “simulado” de las finanzas estatales.

domingo, 11 de marzo de 2007

El "factor Mireya": Lo femenino en la política panameña

¿Es un personaje? ¿Una moda? ¿Un patrón político? ¿Existe? Desde luego que existe, pues deja sentir su influencia en la opinión de muchos sectores. También es una moda, y no se trata de una moda pasajera. El "factor Mireya" es una directa alusión a un influyente personaje femenino en la política panameña y que está irremediablemente asociado a los actos públicos y a la historia del país. Pero no es tan sólo eso. Es también el sentimiento de rechazo que produce el hecho que la ex presidenta Mireya Moscoso sea, ante todo, "mujer".

Lo que comúnmente en Panamá se conoce como el "efecto Mireya" (resultado), y que yo denomino factor (elemento-causa), es sustancialmente una versión vulgar, ligera y alterada de los adjetivos políticos con el que muchos hombres y mujeres, sin distingos de credo partidario, pretenden homologar las conductas de todas las mujeres en el campo público para inhibir su quehacer político.

La misoginia panameña, así expresada, no es más que una vil trampa del sistema político conservador para reducir los espacios de las mujeres únicamente a lo doméstico, lo biológico o lo tradicional.

El "factor Mireya" es esencialmente la relación existente entre las expectativas culturales y sociales que se tiene sobre la mujer y cómo afecta el oficio político que elige en el sistema. El vínculo entre estos factores es inestable. Las variables cambian dependiendo del espacio (nación, pueblo o lugar) y del tiempo; por ejemplo, antes o después de que el marido haya pasado por el cargo. Por ejemplo, si a una mujer la elevan al punto más alto de las expectativas políticas públicas de un partido político (poder presidencial) bajan los atributos o contribuciones objetivas de la misma y se elevan significativamente las subjetivas. En resumen, se trata de una visión sexuada y sesgada con que muchos pretenden frenar la participación de las mujeres en la lucha por el cargo a presidente, endosándoles también a éstas los descréditos de la ex mandataria panameña que gobernó el país entre 1999 y 2004.

El gobierno de Moscoso contribuyó a la creación de este factor, pues su paso por el Palacio de las Garzas se vio oscurecido por las constantes denuncias de corrupción. Pero también rompió un molde y generó altas expectativas sólo por su condición femenina. Mireya fue la primera mujer presidenta en Panamá y la tercera en América Latina. El electorado que votó por ella ignoró sus escasas propuestas objetivas y olvidó que las que la antecedieron en la región (Isabelita de Perón en Argentina y Violeta Chamorro en Nicaragua), al igual que Moscoso, habían "heredado”" el cargo del marido muerto y convirtieron su viudez en su único capital político.

Estos antecedentes explican en parte el origen del "factor Mireya", pero es también un problema actual, ya que las llamadas "primeras damas" de América Latina, siguiendo el patrón político de las ex presidentas latinoamericanas, todas inspiradas en la vida emblemática de Eva Duarte de Perón (Evita), y sin que casi ninguna constitución o leyes en la región delimiten lo que puede o no hacer la esposa del presidente, la mayoría de ellas se "contaminan" del protagonismo de sus esposos y promueven labores de corte asistencial con "íntimos" fines electorales. Las "cónyuges" (aunque no fueron elegidas para ello) manejan dineros del Estado, reciben donaciones para programas asistenciales, mezclan lo público con lo privado, opinan sobre el desempeño de los funcionarios del gobierno del marido y, sobre todo, cosechan admiración por la forma de vestir y por lo que por ellas hacen sus modistos y peluqueros. De ahí salió la primera cosecha de mujeres-presidentas de América Latina, aunque Michell Bachelet en Chile no es una de ellas.

Sin embargo, debido a esta triste tradición latinoamericana, el fenómeno induce a pensar que cuando una mujer decide a participar en la carrera presidencial, ya sea que ocurra en Panamá, Argentina o Guatemala, la tendencia de la sociedad (cargando siglos de opresión contra lo femenino) sigue colocando en primer plano lo corpóreo sobre lo social o político, unido todo indisociablemente a asuntos como la sexualidad, la procreación, el matrimonio, el celibato, la viudedad; es decir a los incontables elementos biológicos que antropológicamente han caracterizado el papel de la mujer desde los tiempos primitivos hasta nuestros días.

Pero las cosas están cambiando. El siglo XX, especialmente bajo la influencia de los míticos sesenta, e incluso mucho antes, las mujeres se impregnaron del imaginario femenino que alimentó otros modelos de mujer que, además de acortar la falda, salieron a votar por sus derechos y el de sus hijos. Las más audaces proclamaron la sexualidad sin procreación, sin edad, y, desoyendo los sermones desde el púlpito, reivindicaron el dominio femenino sobre la fecundidad, elevaron las voces para reclamar la igualdad de los sexos y hoy exigen un nuevo régimen político que favorezca la autonomía de la mujer y potencie sus ideas, sus oportunidades educativas y laborales.

En Panamá las mujeres han conquistado los espacios del Ministerio Público, el Ejecutivo, en la Corte y en la Asamblea, y hoy son mayoría en los campus universitarios, a pesar que el "factor Mireya" gravita sobre sus cabezas. Ellas son la más novedosa reserva nacional para un futuro mucho mejor en nuestro país.

domingo, 21 de enero de 2007

Insultos públicos y abrazos privados

Panamá tendrá elecciones en dos años. Los “presuntos” candidatos a la presidencia ya se han lanzado al ruedo. En primer lugar están los que, en los últimos años, siempre han querido estar: Ricardo Martinelli y, quizás, algún Torrijos. Aspiran también al poder los que por allí ya han pasado: Pérez Balladares y Endara. Y creyendo en la quimera del relevo generacional, se apuntan los favoritos de Palacio y que nunca han estado: Juan Carlos Navarro y Samuel Lewis Navarro.
Durante años hemos preguntado qué los diferencia y qué tienen en común los políticos que desean gobernarnos. En general “nadie sabe”. La razón de esta confusión proviene de la manera en que públicamente se presentan. A veces se insultan entre ellos y en otras ocasiones se ríen y abrazan. ¿Qué señales debemos interpretar los electores de estas peleas públicas y los abrazos privados? Intentemos desenredar la madeja.
Veamos el caso de los insultos que se han dado entre Pérez Balladares y Mireya Moscoso que nos hacen creer que cada uno defiende posturas irrenunciables en el campo ideológico y programático de sus respectivos partidos políticos. Con estas disputas arrastran a sus seguidores a más peleas. El resultado: nunca hay pactos, ni consenso y los proyectos nacionales quedan atascados por culpa de las broncas de estas figuras políticas que juegan a matarse.
Contribuye a este delirio político observar luego a los dos ex presidentes riendo en un lujoso yate. Más tarde, y producto de pactos privados concertados en restaurantes, sale a relucir una alianza clandestina que, de espalda a sus bases partidarias, maniobran al unísono para hacerse nuevamente con el poder. El pacto lleva nombre propio y se rumora que pretenden enfrentar la línea de Torrijos, quien no ha resuelto su sucesión y deja los plazos correr.
Mireya es la que más maniobra. Está conciente que no puede aspirar a la reelección y se mueve con mayor libertad que el Toro, quien tiene la soga de los estatutos del partido amarrada al cuello. Por eso se toma la foto donde aparece con Endara, Menalco Solís (padre del Magistrado de la discordia), Juan Carlos Varela y otros. Entre ellos, Endara es el que más enreda a la opinión pública debido a que nunca se sabe en qué partido político está. Y si no tiene uno que le calce a la medida, se lo inventa y ya está. Seguidores no le falta en esta alucinante parodia nacional. La oposición se muele la cabeza pues no saben qué hacer con el ex presidente de la transición y al que le deben tanto, entre ello que vayan siempre divididos.
Las aspiraciones de Ricardo Martinelli se asientan en cosas más sencillas: su partido, su empresa y él. No hay más. Su idea de un buen gobierno es simple: anhela convertir a Panamá en un eficiente “supermercado” donde todo pueda venderse y comprarse. Es un candidato de “corte importado”que aspira a administrar la cosa pública en la que no cree. Es probable que nunca haya leído a Milton Freedman, pero es un firme convencido de sus dogmas de libre mercado.
En el PRD las cosas se complican. Sus 478 mil afiliados se debaten en torno a dos tendencias principales. Una es tradicional y sus partidarios son los “nostálgicos” que tienen un sentido medieval caballeresco sobre los logros nacionalistas de los años setenta y ochenta, cuando se insertó en la historia universal la recuperación del Canal.
Sobreviven a esa época los “conservadores de izquierda” y que trabajan en los puestos públicos como asesores. Líderes de ese período quedan pocos, la mayoría ha envejecido, otros están jubilados o en cargos diplomáticos (que es lo mismo), y otros fallecieron. De ese movimiento, conocido como “la tendencia” y que tenía representantes que no le temían a las palabras y al verbo nacionalista, fue surgiendo las bases de la democratización del PRD. Pérez Balladares nació y creció en este ambiente político, pero como hijo genuino de los “chicago boys”, donde se siente realmente más cómodo es con las ideas que lideran su contrarios dentro del partido. Esta ambivalencia, en términos taurinos, le hace ver borroso el “movimiento del capote” de su cuadrilla en el ruedo.
Paralelo a esta corriente creció una nueva generación de “perredé” de corte liberal (donde la mayoría no saben que son lo que son), a excepción de personas como Katín Vásquez, quien posee un lenguaje avanzado y traduce al dialecto nacional el proyecto que propone. Son los precursores de la corriente optimista que nos rodea.
Con ellos ha evolucionado una nueva “cultura política” que hace tabla rasa de los valores nacionalistas, palabra que incluso les perturba. Son realistas, pragmáticos y proyectan el porvenir en base a los índices fondomonetaristas de bienestar de la sociedad. Se hacen acompañar del “team Martín” que impuso la moda “impresionista” (con un siglo de retraso) de la bandera panameña: difusa, ambigua, sin bordes que la definan, colores light y estrellas de trazos infantiles. ¿Un lienzo de un programa de gobierno? Pronto lo sabremos.
Este es el escenario de “los primos” (jóvenes, ricos y famosos) que aspiran a la sucesión de Torrijos (hijo). Están en campaña y cuentan con el apoyo de los empresarios y de los estamentos territoriales estatales que representan. Ganen o pierdan, el asunto quedaría en familia. Parece que todos son amigos, compadres, socios o primos, así las cosas podría votarse por cualquiera.