lunes, 25 de junio de 2007

Consentimiento cómplice de los votantes

Es innegable la eficacia de una campaña electoral.  Ya sea que se trate de Sarkosy en Francia, la de Hillary Clinton en Nueva York o la de Chávez en Venezuela, lo menos que nos podemos preguntar es al menos no su secreto, sino cuál es la clave del éxito. En general, de la publicidad comercial toman casi todos el modelo.  Símbolos fáciles de identificar, eslóganes que se puedan memorizar con facilidad, colores vivaces y figuras gráciles y en movimiento. El contenido elemental de los eslóganes políticos es igual al de los productos de consumo masivo, y comparten con ellos que no importa que digan la verdad.  Tan sólo hay que creerlo y recordarlo a la hora de comprar o votar. 

 

En ese sentido resulta casi inútil insistir que una campaña política, o la publicidad comercial, debería estar dotada de mayores contenidos y consideraciones  éticas pues, a estas alturas, las amas de casa saben que casi todos los detergentes lavan igual y los asegurados panameños (espero) ya no creen que alguien les vaya a ofrecer pensiones más justas o dignas.  No obstante, a pesar que tanto el consumidor como el votante son más o menos conciente ante la engañosa publicidad, entonces por qué siguen comprando o votando, especialmente productos o políticos que les hacen tanto daño. 

 

Por muy complejas que sean las explicaciones que los especialistas han dado, intentemos entender aquí cómo funciona el asunto del control de las masas en Panamá (incluidas las elites locales), para analizar con cierta coherencia el modelo publicitario aplicado a la política.  En primer lugar hay que reconocer que el asunto funciona.  Como viene funcionando desde la época hitleriana, comunista y consumista que adormeció las conciencias, encauzó las preferencias y domesticó los gustos. El sistema que germinó con las pruebas de I.P. Pavlov, creó más tarde un modelo que ha sido eficaz y extensamente aplicado. 

 

El tema cobra importancia ya que la sociedad panameña se muestra más materialista y oportunista que nunca.  El modelo en práctica tiene su inspiración inmediata en el estadounidense y es casi su único referente.  Por lo tanto es comprensible que desde un simple McDonald hasta la guerra en Irak, los políticos de nuestro país estén hoy a merced de estrategias afines.

 

Recordemos que en las pasadas elecciones, la táctica publicitaria del partido Cambio Democrático no dudó en ponerle a su candidato presidencial, Ricardo Martinelli, zapatos que no le calzaban 

 

La cuestión es crear siervos.  Lo que explica el comportamiento cómplice de los votantes con sus verdugos.   Pero estos verdugos ya no están ensangrentados como ocurría en la Edad Media, ahora utilizan la oratoria y son grandes ilusionistas.  El “garrote vil” es la publicidad y la aparición en los medios resulta imprescindible. 

 

Se observa una creciente costumbre de mezclar conceptos, eslóganes políticos (sean de izquierda, fascistas, comunistas o religiosos), y algunos hasta están apropiándose de un lenguaje universal que a todos nos pertenece.  Por ejemplo, el PRD, intenta por todos los medios monopolizar los valores democráticos, la paz ciudadana y emplea términos como “rendición de cuentas” para hacernos creer que fomenta la “cero corrupción” como anunciaba su eslogan de campaña en el 2004. 

 

El partido oficial dice cada vez con mayor acento que son los mejores representantes del pueblo panameño y ahora nos remontan al “medio millón” (de qué) para reforzar el argumento de que el número de adherentes los hace ser más democrático. El partido comunista de la época de Stalin se adulteró bajo este supuesto totalitario.  Tal como ocurrió con el nacional-socialismo durante la Alemania nazi. Lo desconcertante son las encuestas que le dan la razón al colocar a muchos de sus representantes entre las más altas preferencias de los encuestados. A pesar que el 73 % de los entrevistados afirma que no cree en los partidos políticos.  Hoy la propaganda del régimen oficialista está siendo impuesta a los votantes por el PRD, y en franca contradicción con lo que realmente promueve en la sociedad.  

     

En el  2007, con un crecimiento económico de 8 %, con las inversiones extranjeras y las reformas fodomonetaristas cumplidas, lo que ciertamente no dicen es que la Caja del Seguro Social está peor, que el transporte también y que la educación es la vergüenza nacional.  Callan deliberadamente que se ha encarecido la vida en el país de Torrijos (hijo), y que, de continuar vendiendo hasta el último pedazo de tierra como lo están haciendo, no tendremos a dónde ir.  Lo curioso es que los panameños siguen creyendo en el “santo garrote” del PRD. 

 

Pocos parecen estar conciente que mientras crece considerablemente un nuevo populismo en Panamá estimulado desde los centros el poder, paradójicamente  también se ha producido el fortalecimiento de la ultra derecha y la neo-liberación rampante desde el PRD. Lo que asombra es que la recomposición de la derecha sin equidad y justicia la realiza hoy este partido político  bajo el manto del populismo gracias a los poderes en juego, que como todos saben, son el económico, el financiero y el “poder mediático”. 

 

Han puesto en marcha un plan concebido para lograr la complacencia de las masas y están sacando de sus despachos a sus figuras presidenciales, les ponen el manto populista, es decir, los ponen a beber a pico de botella o a cortar caña. Asumen que la estrategia les seguirá funcionando.  Esto lo sabe bien Chávez, y ahora Torrijos.