jueves, 9 de agosto de 2007

Un país contaminado

Un país contaminado

 

Es una pena que nadie pueda comprender la muerte sin morirse.  Lo cual resulta muy conveniente para los que realizan con tanta lentitud las investigaciones para dar con los  responsables de tantos muertos, que según el Ministerio Público suman a 102 los fallecidos por medicinas envenenadas en Panamá. Pero lo que irrita aún más, es que a casi un año de los hechos sigue sin esclarecerse el número de muertos por consumir medicinas adulteradas con alcohol industrial procedente de China. 

     El gobierno panameño se ha tomado su tiempo pues al parecer casi todos los afectados eran gente humilde, ancianos la mayoría de ellos.  Así las cosas, es muy poco lo que pueden hacer sus familiares para rebelarse contra la desidia institucional. Y cuando lo hacen en los predios del Palacio de las Garzas los reciben rápidamente con golpes que los dejan mucho peor que el jarabe de la CSS.   

     Ante estos hechos, se podría recomendar una buena “dosis” de dolor en el cuerpo para los insensibles sino fuera por el riesgo que entraña.  Pero es sólo cuestión de tiempo para que la Muerte nos reclame a cada uno de nosotros.  Por el momento lo único que podemos hacer es debatir  el cuándo y el cómo puede ser más digno o justo.  De allí que es de sumo interés  preguntarse si debió haber pasado tanto tiempo para dejar morir a tantos panameños y para que se pusiera en evidencia que los controles de la CSS no funcionan. 

     La respuesta la tienen los funcionarios de esta entidad hospitalaria:  “No se tenía prueba química para detectar el dietilenglycol. No se le hacía la prueba a ninguna de las materias primas, nunca se les hizo por 45 años...”, dijo a la BBC, Néstor Sosa, jefe de enfermedades infecciosas del Hospital del Seguro Social de Panamá. 

     Casi todos las naciones carecen de infraestructura y presupuesto necesario para determinar si las materias primas empleadas para fabricar medicamentos se emplean productos adecuados.  Pero lo que no tienen los demás países es la cara tan dura de las autoridades panameñas.

     En esta etapa del problema la actitud asumida por la CSS es lo que sigue irritando a la opinión pública. Y, aunque algunos han sido detenidos y luego dejados en libertad, el asunto no ha dejado de ser más mediático que moral. 

     No así en China, donde se enjuició y ejecutó rápidamente al alto cargo Zheng Xiaoy por aceptar sobornos y aprobar un sistema de certificación que generó alarmas sanitarias internacionales ya que podrían afectar las exportaciones chinas de tales productos. 

     Un asunto importante ya que, en 2001, el superávit comercial chino con relación a Estados Unidos era de unos 150 mil millones de dólares. China es la sexta potencia mundial y los intercambios comerciales son fundamentales para este país. De allí que las noticias que están saliendo sobre productos contaminados desde China preocupan a las autoridades en dicho país. 

     El caso más reciente es el de los juguetes de la productora Mattel Inc, fabricados en China, donde se denunció que 12 conocidos juguetes contenían suficiente plomo que afectaba la salud de los niños. Hechos que podrían poner en entredicho el famoso “made in China”.

     Por su parte las autoridades panameñas contabilizan a paso de tortuga si han sido 102 o más, las muertes por medicinas envenenadas. El problema es tan grave que la opinión pública se cuestiona si es posible transformar los iniciales sentimientos de ira que provocaron estos hechos al principio y si  el tiempo puede servir para convertir esta tragedia en una experiencia aleccionadora, positiva y fortalecedora del espíritu nacional.  No ha sido así.

     El “jarabe letal” tan solo obligó al gobierno panameño a que emprendieran una “ayuda humanitaria” a los afectados, y, para variar, también nombraron una comisión integrada por prestigiosos médicos, quienes, a falta de imaginación y otras cosas, no se les ocurrió nada más que proponer una “Hoja de ruta” para atender la discutida unificación del sistema de salud. Pero luego del bizantino debate a nivel interno al parecer la propuesta correrá la misma suerte de la “hoja de ruta” entre Israel y Palestina.

     Por lo pronto, la Fiscalía Especial nombrada para investigar los envenenamientos registra hasta el momento unas 540 denuncias de fallecimientos o afectados por los medicamentos que la Caja del Seguro Social suministró a los panameños creyendo que era una medicina fabricada con glicerina y no con dietilenglycol, un alcohol industrial usado para enfriar los radiadores de autos. 

     El escándalo es internacional, alambicado y no ha terminado.  La CSS solicitó glicerina a la empresa panameña Medicom y ésta a su vez hizo el pedido a la firma española Rasfer, la cual contactó en China a CNSC Fortune Way Company que al final compró el producto a Tiaixing Glicerine Factory.  Es una larga y sospechosa cadena de compras y contrataciones donde todo el negocio (no es otra cosa) está contaminado. 

     Los hechos en Panamá apestan y enferman, ya que se ha puesto en el tapete que la salud pública es en lo último en que piensan las autoridades pues se perpetúa la indiferencia institucional ante el dolor pues se ha permitido lucrar con la salud y la vida de gente humilde e inocente.