miércoles, 5 de septiembre de 2007

El oscuro entramado de Bush en Pakistán

 

Estamos viviendo tiempos confusos.  En todos lados se escuchan ruidos de sables, y  mientras estamos leyendo una noticia, al mismo tiempo en el mundo nos cambian los gobiernos, caen muros, otros se levantan, las fronteras se transforman y los “malos” ya no son tan malos (Gadafi por ejemplo) y los “buenos” no son tan buenos. La  humanidad sufre de vértigo político.  De ello se encarga la Casa Blanca, que es donde se escriben estos guiones mucho más sangrientos que Pulp Fiction.  

 

Nadie tiene claro a quién se refiere George Bush cuando habla de aliados o enemigos. Algo así está ocurriendo con Gran Bretaña, pues el nuevo primer ministro Gordon Brown está cambiando el rumbo de las relaciones con EU y las tropas británicas salen de Irak poco a poco.  Lo preocupante es que cuando el presidente Bush habla, el Pentágono ya está armando otras “cruzadas”; ¿dónde?, ¿aquí?, ¿allá?, no hay forma de saberlo. Lo que sí sabemos es que cuando Bush dice algunas cosas, repite lo que le dicen los “césares del Pentágono”, como algunos franceses llaman a estos gendarmes del planeta. 

 

Hay mucho debate en Europa y Estados Unidos pues la estrategia de Bush en Irak es un absoluto fracaso y en Afganistán los talibanes resurgen con fuerza.  Y en Medio Oriente “todo está mal” según el experto en dicha región, Robert Fisk.  De allí que cuando hace unas semanas el presidente norteamericano criticara el reciente acercamiento entre Irán e Irak (el presidente irakí Nuri Maliki visitó Teherán), la rancia diplomacia estadounidense se mostraba disgustada. Aquel mismo día Bush instó también al presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, a realizar “elecciones libres”. Pero Pervez anda en la cuerda floja hace muchos años y nos preguntamos: ¿qué pasaría si Bush lo hace caer?, pues seguiría metiendo la pata en esa zona ya que el presidente pakistaní (¿aliado? ¿enemigo?) está sentado en un volcán a punto de erupción. 

 

Recordemos que Bush es un experto en “broncas” militares al más puro, duro y viejo estilo tejano: invadió a Irak bajo la mentira de ser una amenaza nuclear, y, aunque sigue aumentando sus tropas allí la insurgencia crece. En medio de este caos se enfrenta ahora a su frágil “aliado” en Pakistán, que si tiene muchas -¡muchísimas!- armas nucleares.  En caso de caer Musharraf (a quienes influyentes sectores pakistaníes lo acusan de ser demasiado “pro-estadounidense”),  el ejército de Pakistán podría  quedar bajo el control de los radicales islamistas, y esto podría convertirse en una amenaza geopolítica para la seguridad de Estados Unidos y Europa.

 

Con este escenario tan volátil sorprende que durante la rueda de prensa del pasado 9 de agosto, Bush presionara tan enérgicamente (todo lo que puede, que ya es bien poco) al presidente Musharraf, uno de sus escasos “aliados” en esa región.

 

Recordemos que desde la década de los 80, Estados Unidos tiene a Pakistán como un “aliado” importante cuando respaldaba a los jihadistas en Afganistán (entonces estaba en guerra contra Rusia), y se apoyaron en la desprestigiada Unidad de Inteligencia de las fuerzas armadas pakistaní (ISI) para llevar a cabo sus trabajos de contrainteligencia contra los rusos.  Pero Rusia ya no es el enemigo (malo) para EU.  Lo oscuro de este entramado es que Islamabad ha impulsado siempre un doble juego en su política interna y externa. 

 

Pakistán es un estado altamente complejo e inmensamente poblado, donde el 97 por ciento es musulmán, del cual el 20 % chiíta, y tiene zonas (norte) en permanente guerras civiles. Por eso el islamismo extremo gana terreno en el corazón mismo de Pakistán y de sus múltiples vecinos donde la temible ISI posee indiscutible influencia.  Pakistán ha sido (y es) una nación gobernada por los militares paquistaníes, casi el único sustento de Musharraf, quién, tras diversos golpes de estado contra los regímenes civiles y laicos, se mantiene tambaleante en el poder.

 

Según el especialista Yoseef Bodansky (autor de 8 libros y analista militar de la Fuerza de Tarea del Congreso estadounidense para el Combate al Terrorismo) “Pakistán nunca ha estado muy comprometida para combatir a los Talibanes en Afganistán y mucho menos a los islamistas, pero por lo menos los controla en Pakistán” dice Bodansky.

 

Eso ya es bastante. Y debería serlo también para Bush, por lo que no se comprenden las razones por qué Estados Unidos presiona ahora a Musharraf.  Los analistas suponen que algo “sabe”, aunque no haya trascendido aún más informes.  Por el momento Pervez no puede dar un traspié, pues Pakistán no ha cambiado: juega con los malos y los buenos. Pero lo que sigue preocupando internacionalmente es que muy pocos entienden quienes son los “malos” o los “buenos” para Bush en ese zona pues cuando la Casa Blanca se equivoca, siempre suenan las alarmas.