martes, 29 de noviembre de 2005

El aburrimiento infinito

ME ABURRO infinitamente viendo, no a Garrik (actor cómico de la Inglaterra que inspiró el inmortal poema "Reir llorando" de José Antonio Peza), sino a los políticos, a los locutores, a los funcionarios, a los magistrados, a los conductores, a los diputados; en fin, a todos, o a casi todos.
Me aburre la estéril disputa surgida entre Fox y Chávez y que tanto "entretenimiento periodístico" ha reportado a la prensa internacional. Me aburren la bravuconadas machistas de estos mandatarios latinoamericanos. Pero me aburre aún más la fría y nórdica cara de Bush y, por supuesto la inexpresiva africanía de Condoleezza Rice al excusarse -ambos- de sus torpezas militares y diplomáticas y que tantas vidas se están cobrando en Irak. Quienes, como beatos tardíos, y como si hubiesen vivido en rigurosa abstinencia, lanzan al mundo -como relámpagos tristes- sus preocupantes "advertencias" sobre el terrorismo musulmán, para que nos distraigamos con Irán y su decisión de producir armas nucleares. Me aburren las caras de "sin pecado concebido" que ponen a su vez Tony Blair, Vladimir Putin, y el mismísimo Alvaro Uribe, tan lejanos pero tan cercanos, para fastidiarnos el alma y obligarnos a que miremos a otro lado, intentando que ignoremos que sólo ellos tienen derecho a armarse y a matar.
Pero más me aburren los políticos panameños que matinalmente nos torturan con sus apariciones públicas para descalificarse mutuamente, y repetir sin gracia alguna, sin verbo y sin pasión, las mismas sandeces que, supuestamente, nos "revelan" en los programas de debate televisivo como si descubrieran el agua tibia cada mañana. Piensen ustedes si hay algo más aburrido que Blandón hijo, que entre las rutas hacia la Asamblea Nacional, pasa sus días en Medcom o en FeTV, captando, quizá, no sé si más creyentes o ilusos electores, que siempre los hay.
Una situación que es una falta de respeto a la ética del sentido común de un pueblo espantado con que el Tribunal Electoral nos anuncie, en cualquier momento, que se abre un nuevo período de elecciones mientras nos preguntamos aún: ¿cuándo fue que se cerró la campaña electoral? Todo esto pasa en Panamá, pues también algunos presentadores (ras) y locutores (ras), aquellos que sólo nos leen los titulares y noticias ya sabidas, nos aburrieron con su falta de originalidad periodística.
Ignoro si el aburrimiento es un pecado capital, que si no lo es, debería serlo. Y si es así, pues, confieso que he pecado. Pero, no se confundan ustedes, todo eso ha ocurrido mientras he viajado, he leído, he amado, soy amada, escucho lisonjas, tengo familia y tengo testigos que lo que digo hoy aquí es muy cierto; pero, tal como escribió el poeta sobre Garrik, la verdad es que, "si huye la fe, si huye la calma.. y el carnaval del mundo engaña tanto, nada me causa encanto ni atractivo..". Debe tratarse entonces de una grave enfermedad. Pero, una enfermedad del alma, del espíritu o de la razón.
La Real Academia Española de la Lengua describe el significado de este aburrimiento infinito que padezco desde hace tiempo con certera exactitud, y define la palabra aburrimiento como el signo de un cansancio, un fastidio, un tedio, causados por disgustos o molestias o, simplemente, de no contar con algo que distraiga o divierta. ¡Eso es lo que nos pasa! Al final, han dado con el mal que sufrimos tantos. Pero, me pregunto, ¿habrá receta para este mal?
Además, puede alguien en su sano juicio no aburrirse de ver todos los días a Chávez vociferando, a Fox lamentándose, a Bush invocando razones divinas para sus pecados terrenales, o a Endara articulando palabras incoherentes a sus sufridos oyentes. Y, ¡cómo nos aburren los encuentros presidenciales!, donde los dignatarios de la región posan divertidos, como si nada pasara en sus países, mostrando las típicas camisas del país anfitrión, pero con la mismas sonrisas y las mismas cabezas.
Friedrich Nietzsche, hace 200 años, dijo que a la moral de una época le corresponde siempre una óptica. La actual, como la de entonces, es que se sienten tan poco responsables del aburrimiento que nos causan y sus efectos indirectos y lejanos. "Medimos el grado de gravedad con arreglo a la distancia". Y, entre ellos, también nos aburrimos sobremanera de la cara de "aquí no pasa nada" de nuestro presidente Torrijos. Aunque, admitamos, que es cierto que tiene que aburrirse en el Palacio de las Garzas, pues en nuestro país no pasa nada de nada.