domingo, 21 de enero de 2007

Insultos públicos y abrazos privados

Panamá tendrá elecciones en dos años. Los “presuntos” candidatos a la presidencia ya se han lanzado al ruedo. En primer lugar están los que, en los últimos años, siempre han querido estar: Ricardo Martinelli y, quizás, algún Torrijos. Aspiran también al poder los que por allí ya han pasado: Pérez Balladares y Endara. Y creyendo en la quimera del relevo generacional, se apuntan los favoritos de Palacio y que nunca han estado: Juan Carlos Navarro y Samuel Lewis Navarro.
Durante años hemos preguntado qué los diferencia y qué tienen en común los políticos que desean gobernarnos. En general “nadie sabe”. La razón de esta confusión proviene de la manera en que públicamente se presentan. A veces se insultan entre ellos y en otras ocasiones se ríen y abrazan. ¿Qué señales debemos interpretar los electores de estas peleas públicas y los abrazos privados? Intentemos desenredar la madeja.
Veamos el caso de los insultos que se han dado entre Pérez Balladares y Mireya Moscoso que nos hacen creer que cada uno defiende posturas irrenunciables en el campo ideológico y programático de sus respectivos partidos políticos. Con estas disputas arrastran a sus seguidores a más peleas. El resultado: nunca hay pactos, ni consenso y los proyectos nacionales quedan atascados por culpa de las broncas de estas figuras políticas que juegan a matarse.
Contribuye a este delirio político observar luego a los dos ex presidentes riendo en un lujoso yate. Más tarde, y producto de pactos privados concertados en restaurantes, sale a relucir una alianza clandestina que, de espalda a sus bases partidarias, maniobran al unísono para hacerse nuevamente con el poder. El pacto lleva nombre propio y se rumora que pretenden enfrentar la línea de Torrijos, quien no ha resuelto su sucesión y deja los plazos correr.
Mireya es la que más maniobra. Está conciente que no puede aspirar a la reelección y se mueve con mayor libertad que el Toro, quien tiene la soga de los estatutos del partido amarrada al cuello. Por eso se toma la foto donde aparece con Endara, Menalco Solís (padre del Magistrado de la discordia), Juan Carlos Varela y otros. Entre ellos, Endara es el que más enreda a la opinión pública debido a que nunca se sabe en qué partido político está. Y si no tiene uno que le calce a la medida, se lo inventa y ya está. Seguidores no le falta en esta alucinante parodia nacional. La oposición se muele la cabeza pues no saben qué hacer con el ex presidente de la transición y al que le deben tanto, entre ello que vayan siempre divididos.
Las aspiraciones de Ricardo Martinelli se asientan en cosas más sencillas: su partido, su empresa y él. No hay más. Su idea de un buen gobierno es simple: anhela convertir a Panamá en un eficiente “supermercado” donde todo pueda venderse y comprarse. Es un candidato de “corte importado”que aspira a administrar la cosa pública en la que no cree. Es probable que nunca haya leído a Milton Freedman, pero es un firme convencido de sus dogmas de libre mercado.
En el PRD las cosas se complican. Sus 478 mil afiliados se debaten en torno a dos tendencias principales. Una es tradicional y sus partidarios son los “nostálgicos” que tienen un sentido medieval caballeresco sobre los logros nacionalistas de los años setenta y ochenta, cuando se insertó en la historia universal la recuperación del Canal.
Sobreviven a esa época los “conservadores de izquierda” y que trabajan en los puestos públicos como asesores. Líderes de ese período quedan pocos, la mayoría ha envejecido, otros están jubilados o en cargos diplomáticos (que es lo mismo), y otros fallecieron. De ese movimiento, conocido como “la tendencia” y que tenía representantes que no le temían a las palabras y al verbo nacionalista, fue surgiendo las bases de la democratización del PRD. Pérez Balladares nació y creció en este ambiente político, pero como hijo genuino de los “chicago boys”, donde se siente realmente más cómodo es con las ideas que lideran su contrarios dentro del partido. Esta ambivalencia, en términos taurinos, le hace ver borroso el “movimiento del capote” de su cuadrilla en el ruedo.
Paralelo a esta corriente creció una nueva generación de “perredé” de corte liberal (donde la mayoría no saben que son lo que son), a excepción de personas como Katín Vásquez, quien posee un lenguaje avanzado y traduce al dialecto nacional el proyecto que propone. Son los precursores de la corriente optimista que nos rodea.
Con ellos ha evolucionado una nueva “cultura política” que hace tabla rasa de los valores nacionalistas, palabra que incluso les perturba. Son realistas, pragmáticos y proyectan el porvenir en base a los índices fondomonetaristas de bienestar de la sociedad. Se hacen acompañar del “team Martín” que impuso la moda “impresionista” (con un siglo de retraso) de la bandera panameña: difusa, ambigua, sin bordes que la definan, colores light y estrellas de trazos infantiles. ¿Un lienzo de un programa de gobierno? Pronto lo sabremos.
Este es el escenario de “los primos” (jóvenes, ricos y famosos) que aspiran a la sucesión de Torrijos (hijo). Están en campaña y cuentan con el apoyo de los empresarios y de los estamentos territoriales estatales que representan. Ganen o pierdan, el asunto quedaría en familia. Parece que todos son amigos, compadres, socios o primos, así las cosas podría votarse por cualquiera.