viernes, 17 de noviembre de 2006

La risa y fiestas, terapia nacional

EN PANAMA roban y asesinan a plena luz del día. Siguen los muertos por las medicinas envenenadas de la CSS. Los espacios públicos están amenazados por los buses. Los policías hacen lo que pueden: poco, nada y tarde. La histeria colectiva se apodera de la gente y algunos no dudan lanzarse por la ventana ante una simple alarma. Ya nada es la excepción sino la norma general en la que los panameños conducen su vida cotidiana.
Mientras tanto la opinión pública se radicaliza, pues no halla una salida. ¿Qué hacer entonces? Algunos han hallado una repuesta para seguir viviendo: organizan sus fiestas como terapia nacional para esperar que el año negro termine. Los más entusiastas (desde alcaldes hasta quinceañeras) pasan buena parte de su tiempo dedicados a organizar fiestas de toda naturaleza. Las excusas no faltan. Van encadenadas a las tradiciones nacionales: conmemoraciones religiosas, muertes de ex presidentes, fechas de independencias (aquí nos las arreglamos para tener hasta dos), reinados que nunca faltan, homenajes a la madre, el estudiante, la Navidad, las ferias de las flores, del café... hasta de la naranja. Son fiestas animadas con música y galones de licor.

No en vano, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), tenemos el dudoso honor de ocupar –con Centroamérica- el índice de mayor ingesta de consumo de alcohol en la región. Las empresas de licor producen 160 millones de litros de bebidas alcohólicas. Es un gran negocio. No importa las graves secuelas que deja en la salud, la productividad laboral o la seguridad vehicular. Tan sólo este año, entre enero y agosto, las ventas aumentaron un 6.5 % . Las bebidas que más "beneficio" reportaron a los productores (uno de ellos metido a político) fueron la cerveza y la ginebra, seguidos por el seco y el ron. Pero lejos de lo que pueda parecer, se trata de un negocio sobrio y serio, dirigido por exitosos empresarios a quienes la bebida les reporta millones de dólares de beneficios.
Pareciera que los panameños se divierten a pesar de que el país sigue acosado por la corrupción, la violencia y la indolencia burocrática. Y quien no sepa divertirse es irremediablemente sospechoso (de parte del Ejecutivo) de estar individualistamente sumergido en sus tristezas interiores, pues no han sabido reconocer el optimismo de la clase gobernante "felicísima" por la ampliación del Canal y por los rascacielos con los que quieren llegar al cielo. Quizá por eso Panamá sea el quinto país del mundo (entre 178 naciones evaluadas) donde sus habitantes son más felices.
Esta macondiana realidad debe ser comprendida a la luz de los acontecimientos que estamos viviendo. ¿Acaso la diversión o la risa son contradictorios a los problemas? Por el contrario, son dos caras de la misma moneda. Es más, muchos la promueven pues la han convertido en una terapia curativa. Freud estudió el tema y atribuyó a la risa el poder de liberar las energías negativas. China e India poseen templos consagrados para reír. En España hay una ONG, "Payasos sin fronteras" (inspirado en la vida de Patch Adams), que aplica la risoterapia en los hospitales.
El sentido de humor y la chanza política de Michael Moore contra la paranoias de Bush en Irak son ya leyendas mundiales. Su irreverencia contra los poderes fácticos y sus mordaces críticas contra los inquilinos de la Casa Blanca son las armas empleadas por Moore para herir a los políticos. El tema ha sido tratado también en la literatura. La novela "La broma", de Milán Kundera, fue una auténtica "bomba cultural" contra el sistema imperante en Praga (1967) cuando apareció. Kundera pagó su "broma" con el exilio.
Así pues, la felicidad ya no es sólo cosa de tontos, ahora es un asunto político y de supervivencia nacional. Se ha convertido en el antídoto contra las secuelas que ha dejado el Síndrome de Insuficiencia Renal. Es la terapia del pueblo para aliviar el dolor y neutralizar los "efectos secundarios" que nos producen los problemas del país. Como van las cosas en Panamá habrá que reír más y festejar para sobrevivir. Los especialistas recomiendan cinco minutos de carcajada al día: equivalen a 45 minutos de ejercicio, se mueven 400 músculos del cuerpo, se activa el sistema inmunológico y se oxigenan los tejidos.
Y gracias a la conspiración chistológica, ya común entre los panameños, podemos reírnos del malestar que nos produce el Gobierno, la CSS y el transporte. Después de todo, los políticos panameños nos dan mucho más risa que rabia.

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