martes, 10 de octubre de 2006

La circunspecta actitud de los funcionarios

Itzel Velásquez
ARTICULO DE OPINIÓN
Octubre 2006

Los dramas sociales que estamos viviendo (salud y transporte) están estrechamente entrelazados con el clásico espectáculo de la política panameña, y en ese escenario de ilusiones sociales, la responsabilidad de los funcionarios ante la opinión pública se ha convertido en un auténtico vodevil político: un gran lío lleno de enredos y embustes.

La comedia pasa sus “mejores” capítulos durante las conferencias de prensa y los paneles de opinión de los canales de televisión, donde –especialmente en estas últimas semanas- ocupan interminables horas de la programación diaria. Allí los grandilocuentes personajes de esta comedia nacional, actores de pasadas y presentes administraciones, interpretan sus diversos papeles y tratan de impresionarnos con increíbles explicaciones sobre las razones de lo ocurrido.

Sin orden ni concierto salen sucesivamente a escena el Ministro de Salud, Camilo Alleyne, el director de la Caja del Seguro Social, René Luciani, los ex-directores de la CSS (Jované y Martinelli), y un sinnúmero de especialistas y jefes de departamentos haciendo sus “pininos” ante los medios. Algunos canales han desempolvado también a una gran cantidad de ex-funcionarios del Ministerio de Gobierno que creíamos haber olvidado. Entre ellos, Juan Chevalier y Mariela Sagel, ambos dando sus respectivas recomendaciones sobre lo que habría que hacer, hoy por supuesto. Sugerencias que se mezclan con las que están haciendo los actuales directivos del transporte público junto a los transportistas (cuesta distinguirlos).

Sin embargo, a pesar de las abundantes explicaciones que han dado, nadie entiende las decisiones que se acuerdan entre el gobierno y los transportistas. Nunca la hemos comprendido. Menos ahora. Porque los conductores de buses han ignorado siempre las normas de seguridad e incumplidos toda la vida los acuerdos. Como quedó demostrado ese lunes fatal cuando, uno de ellos, desoyó los gritos de sus sufridos pasajeros y su impericia originó que se calcinaran a fuego vivo 18 panameños. Por fortuna los periodistas grabaron el dantesco espectáculo y filmaron la historia que estremeció a la nación entera. ¿Alguien se arrepintió o pidió perdón? Nadie.

La historia sigue: los transportistas son los únicos que protestan (sigo sin entender) y crean el caos en la calles, pues es su especialidad. Inmediatamente el gobierno les crea una comisión y el Ministerio de Gobierno les ofrece 30 días para in-“cumplir” la ley. Supuestamente deben tomar este excepcional tiempo para emplearlo en pagar boletas, sacar licencias de conducir, arreglar sus buses, cambiar las llantas, sacar cédulas, bautizarse y confesarse, supongo yo. Mientras tanto los transportistas acusan a los periodistas de ser los “culpables” de sus males y siguen cerrando calles y dejan a miles de personas sin transporte. ¡Ah!, lo olvidaba: algunos sí salieron a trabajar, pero cobraron los que les dio la real gana.

Este monumental lío lo planeó algún funcionario. “¡Zaz!”, diría Mafalda, pues todos los funcionarios, no importa su rango, se comportan como grandes especialistas... en nada. Lo único que han expresado es la típica DIS-“culpa” nacional: “Yo no fui”. Y mientras nos hablan gélidamente nos preguntamos: “Pero, estabas (estuviste) allí, y ¿qué hiciste?”. “Nada”, respondemos entonces nosotros en mortal silencio.

De esta manera los altos funcionarios del gobierno intentan desarmarnos la rabia que sentimos con aires circunspectos y distinguida ecuanimidad. Pero, ¿quién les cree? Acaso no se enteran que la sociedad está al borde del “hartazgo nacional”, debido a la impunidad que reina en el país donde no hay culpables ni responsables.

Durante estas largas y trágicas semanas, el gobierno ha decretado varias comisiones (¡¿más?!) y dos días de duelo nacional. Me pregunto: ¿Bastarán dos días para terminar con el dolor y las muertes de los panameños humildes? Supongo que se trata de una operación política e intelectual de siniestros asesores gubernamentales y con el que pretenden homologar el sufrimiento del pueblo con sus victimarios. Pero esta inmoral impostura no es posible. No para los que tienen conciencia.

Lo más grave del comportamiento de los funcionarios, las altas autoridades, los transportistas y los negociantes que lucran con la muerte de los indefensos panameños, es que actúan con absoluta impunidad, al margen de la ley y como si se tratase de una macabra pieza de vodevil que responde a un guión prefabricado por un experto en ocultamientos oficiales y que, antes de salir a escena, les dice: “Pasen y mientan”.

Una peligrosa práctica que se ha utilizado en varias sociedades totalitarias, entre ellas la Alemania nazi de Goebbels. Por lo que el surgimiento de estas fórmulas “neo-goebbeliana” en Panamá, es una consecuencia directa de la falta de eficacia, la indiferencia y la incompetencia de muchos funcionarios para administrar las instituciones y los intereses ciudadanos en uno de los peores momentos de la historia del país.

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